Goazen baserrira hiriko keak ahaztuta…

Alejémonos de los humos de la ciudad y vayamos al caserío.

¡Qué mejor idea se nos podía haber ocurrido!

No las más avanzadas tecnologías son comparables al placer de vernos inmersos por unas horas en auténticos panaderos.

Guiados por dos estupendos maestros de la enseñanza basada en la práctica, Rober y Jon guiaron a nuestros “txikis” paso a paso para que pudieran hacer la masa del delicioso pan que podrían llevar a casa para disfrutarlo con sus familias.

Fue divertido ver cómo al principio, cuando comenzaban a manipular la harina, se la sacudían constantemente de la ropa cuando se manchaban un poco y ver minutos más tarde cómo pasaban al disfrute total, importándoles poco o nada el verse prácticamente blancos como una nube de algodón.

Risas y emoción, expectación, eso es lo que expresaban sus diminutas caritas.

Una vez manipulada la masa fuimos a conocer el horno tradicional donde sus panecillos tomarían el dorado perfecto.

Por la tarde y con las tripitas llenas, sesión de flora y fauna.

Emocionados y sin apenas habernos dado cuenta que la meteorología no fue la más apropiada, volvimos a nuestra rutina diaria; pero con la certeza de haber disfrutado de un aprendizaje en vivo y directo.

Laster arte, Areitz Soroa!

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